viernes, 27 de marzo de 2009

EPÍLOGO

Y ahora sé que ayer nunca hubo.

La buena cosecha
da su fruto en mis tiempos,
de voluntad que afianza mi existencia
en el camino, en el cambio,
en la pasión que siembro
sobre un pedazo de cielo.

Un sol brilla donde ya había luz
y esa nueva claridad en lo claro
hace hermoso al viejo almendro,
olvidado, seco, retorcido, roto.

El croar incesante.
Un mochuelo sobre el almendro.
¿Séra ayer o fue mañana?

¿Qué es el tiempo, la vida,
si es imposible
en este atardecer la medida?

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